Mi mejor amiga… la muerte (cuento)
Despierto de mi
profundo ensueño en medio de una noche especialmente fría y oscura. El sonido
hueco de la madera me hace despertar… tocan a la puerta de mi habitación… algún
visitante que a deshoras viene a saludarme seguramente, pero al recobrar la lucidez recuerdo que ese
visitante es ella.
Yo se que ella me
visitaría hoy, y que no podría negarme a su visita, porque de ella escapar es
imposible, no importa que tanto trates de evitarla, que tanto trates de huir de
ella, nunca podrás correr ni esconderte, no importa lo que hagas, ella siempre
te encontrará; irremediablemente le abrí la puerta y ella hace su entrada,
hermosa y elegante como es ella, porque ella es hermosa, aunque su rostro sólo
es una ilusión tras el cual esconde la forma más horrible e impactante posible.
Ella llega en su representación clásica, hermosa y atractiva a la vista,
entonando su canto de ruiseñor con su voz suave y seductora, esparciendo su
canto por toda mi habitación y pronunciando mi nombre, Arturo Rodríguez, ese es
mi nombre, y ella cantando repite, Arturo Rodríguez en un vaivén alucinógeno de
pesadillas demoniacas, demonios soñando
en sus aposentos infernales, ella me
llama guiándome hacia el abismo, hacia las puertas del averno, porque ella…
ella es la muerte.
La luna llena es su
cómplice. La luna llena que vuelve a la noche lúgubre y que entra por mi
ventana con su luz tenue. Odio a la luna llena, y, ¡Cómo no odiarla! La miro
con desprecio y ella me devuelve una mirada risueña, burlona, se burla de mi y
casi puedo oír sus carcajadas, entonces la odio más y aunque debería odiar de
igual forma a la muerte, es extraño pero a ella no la odio, como odiarla, cómo
odiar a la que puede convertirse en tu
mejor aliada, ella, la muerte, en algún momento se convertirá en mi mejor
amiga.
Noche oscura de luna
llena en donde los muertos salen de sus tumbas, en donde los espíritus juegan a
estar vivos, en donde los engendros más horribles e impensados, las que sólo
viven en lo más profundo de tus miedos… cobran vida, noche de luna llena en
donde la muerte se vuelve tu aliada.
Remembranzas aterradoras de un pasado negro llegan a mí en vagos recuerdos, me
recuerdan mis pecados, atormentándome hasta lo más profundo de mi corazón, me
hacen gritar de terror, un grito ahogado en un profundo silencio que sólo se
escucha en el interior de mi alma perturbada. La luna llena brillante,
perfectamente redonda que se burla de mi a través de la ventana, ahora es
cubierta por nubes grises, cielo ennegrecido, se avecina la tormenta, un rayo
cae partiendo un árbol en dos y arrancándolo de raíz, partiendo a su vez mi
alma en dos y arrancándome las ganas de seguir viviendo, camino con mi cuerpo
enclenque, tambaleándome, arrastrando
mis pies sobre la alfombra húmeda, helada y aterciopelada, la brisa hace entrar
la lluvia, se desata la tormenta, el agua sobre mi cuerpo arde, quema mi piel,
cálida lluvia de fuego de una noche roja como la sangre misma, se acerca el
fin.
No hay mucho que hacer
cuando se acerca el fin, sólo puedes sufrir mientras las llamas del infierno
acarician tu piel, te abrazan y consumen, entonces la muerte se convierte en tu
mejor amiga.
Gotas de sangre brotan
de dos heridas perpendiculares en mis brazos, la sangre se abre paso como
mostrándome la verdad, venas desgarradas, el afilado cuchillo resbala de mis
manos ya sin fuerzas y caigo de rodillas sobre un rio de sangre, por fin llega
la calma, se va la tormenta y mis recuerdos,
ya no siento frio ni calor, no siento miedo, no siento nada, cada uno de
mis sentidos se apaga, escucho nuevamente el llamado seductor de la muerte y
caigo de nuevo en un profundo ensueño del cual no podré despertar nunca más.