El secreto de nuestro desconocido acompañante
El secreto de nuestro desconocido acompañante
(Revisado y corregido)
Acercándose
el anochecer arribé al bar “la rosa y la margarita”, lugar habitual de sonámbulos desgraciados, borrachines y
apostadores enviciados, quienes atraídos, o más bien seducidos por el alcohol
y las malas costumbres religiosamente se daban cita en el lugar, para jartarse
en ron y malgastar su dinero en vicios, en
fin solitarias criaturas sin presente ni futuro, y con el cerebro tan atrofiado
del brebaje mágico llamado licor que ya se les ha olvidado hasta su pasado.
Las
luces de neón, que adornaban lo alto del edificio, desparramadas en el suelo
parecían darme la bienvenida. Era seguro que allí encontraría a dos de mis
mejores amigos, Harry y Brad, par de bebedores incansables, alegres y joviales
chicos que no dejaban escapar un solo fin de semana para divertirse, cuando nos
reuníamos, era para amanecer, en lo que ya conocíamos como “Noches de tragos y
cartas”, aunque en las ultimas semanas eran más de tragos que de cartas.
Penetré
en la oscuridad propia de un bar de ese estilo, bar de mala muerte como son
popularmente conocidos, abriéndome paso
entre una cortina de humo proveniente de los cigarrillos de los presentes que
humeaban imitando a chimeneas, humo que les cubría convenientemente el rostro como
tratando de ocultar sus identidades y vergüenza, aunque la mayoría de los
mismos no tenían mucho que ocultar porque ya habían perdido inclusive la vergüenza.
Como
era de esperar tanto Brad como Harry estaban en el lugar. Cuando llegué ya habían
consumido una botella completa de Ginebra.-Para el arranque. Dijo Harry al
verme llegar, mostrándome la botella vacía en su mano mientras una sonrisa más
que sugerente se dibujaba en su lánguido rostro de ebrio. Inmediatamente me
instalé junto a ellos. Pedimos otra botella, y cuando esta se acabó, otra más, así se nos pasaron las horas entre
tragos y conversaciones vagas que de a ratos nos arrancaban alegres y
altisonantes carcajadas, así hasta bien entrada la madrugada.
El
reloj de pared campaneando anunciaba la hora, 1:00 AM mostraba el digital. El
bar ya estaba medio vacio, a parte de Harry, Brad y yo, estaba un joven acompañado por una alegre cortesana
en el medio del salón, un hombre en la barra que entre tragos y sollozos
exclamaba lastimosamente ¡porqué te fuiste María! y otro hombre que yacía
durmiendo sobre una de las mesas. En un momento quedo en donde el silencio de
la noche se hizo abrumador y los bolsillos ya vacios presagiaban el fin de la
parranda, el tintineo del colgante en la puerta principal anunció la llegada de
un nuevo visitante. El hombre hizo su entrada imitando el caminar de un
aristócrata, indudablemente no formaba parte de la repetida clientela del bar
que se daba cita fielmente en el lugar los días de paga. Vestido elegantemente su presencia no les fue
indiferente a nadie. Brad, Harry y yo espabilamos los ojos oliendo dinero y bebidas gratis. El hombre en cuestión era un alto
y esbelto caballero, de cara cuadrada y expresión serena, frente amplia tornada
de arrugas sutiles, mejillas hinchadas y piel pálida, firme y lozana en donde
evidentemente la amargura del trabajo pesado no aplicaba.
A pesar
de que no conocíamos al hombre, este nos saludó como si nos conociera de toda
la vida. Acto seguido dejó claro que hasta el alba él invitaría. Al escuchar
esto tanto Harry como yo nos adherimos
al brazo del hombre como amantes interesadas conduciéndolo hasta la mesa al
final del bar en donde la luz apenas iluminaba la esquina dejando ese lugar
casi en penumbras. Harry pidió diligentemente tres botellas de whiskey y Brad tras apartar su lacio cabello que caía
sobre su frente, hizo los honores llenando las copas hasta rebozar.
Las
copas se llenaron y vaciaron rápidamente, una botella casi ya se había acabado,
cuando salió a relucir un tema de interés común, y que no podía ser para menos
en esa madrugada fría de luna llena. Salió a relucir entonces el tema de los
fantasmas.
-Si señores, un fantasma, de eso estoy seguro. Dijo Harry,
con su voz ronca de ebrio y acto seguido empezó a contar la siguiente historia.
“esto ocurrió hace más de 10 años, era yo un
chiquillo de 20 años, y mi primer trabajo fue en el servicio funerario “virgen
de piedad”, para ese tiempo era uno de los mejores servicios funerarios,
contratado comúnmente por gente con dinero. A pesar de no tener licencia, me las
arreglé para que me dieran el trabajo de chofer, conducía yo un Lincoln 1866
que era la carroza fúnebre. Ese día me encomendaron trasladar el cuerpo de una
joven mujer muerta, esposa de un desafortunado músico, a la pobre chica le
había pescado una muy rara enfermedad que le había sobrevenido en la muerte.
Tenía que trasladar la urna desde Cumana hasta Caracas, son como una noche
entera de viaje, así que agarré carretera a las seis, y ha una velocidad que me
funcionara pretendía llegar al amanecer. A mitad del camino, siendo como esta
misma hora empecé a escuchar extraños ruidos, que pronto descubrí que venían
del comportamiento trasero del auto, donde estaba la muerta, los moj… disculpen
ustedes, los riñones se me subieron a la garganta. Tocaban la puerta de la
urna, como si la mujer, la muerta que ya había constatado que estaba bien muerta, hubiera revivido. Me llamarán cobarde señores,
pero no me detuve en todo el camino. Saliendo el sol ya me encontraba frente a
la casa, una lujosa quinta en la urbanización más adinerada de esa ciudad.
Toqué la puerta tratando de calmar los
temblores en mis piernas. Rápidamente abrió un hombre, un desdeñado joven que
rápidamente reconocí como el desafortunado viudo. Le entregué la encomienda, y mientras
le ayudaba a bajar la urna, yo también note la caja muy liviana, cuando la
abrimos la mujer había desaparecido…. ¡no estaba! Estuve preso señores, casi
una semana por eso, me acusaron de robar el cuerpo. Pero finalmente me liberaron,
pero el cuerpo de la mujer… nunca apareció”.
-por lo menos tu no viste a
la muerta. Le salí rápidamente al paso a Harry.-Yo si que vi un fantasma ese día. Acto
seguido conté esta pequeña historia.
“Esto fue cuando era niño.
Regresaba de jugar con un grupo de amigos, cuando pasábamos por una casa, que
dicen esta embrujada, dicen que salen fantasmas. Uno de los compañeros me retó
a saltar la cerca que rodeaba la casa y ver por las ventanas de la misma, que
eran las ventanas de las habitaciones, tres en total a un costado de la
estructura. Acepté el reto, ya saben que bien se me conoce desde joven por
nunca declinar a un reto, salté la cerca a duras penas para luego ver por cada
una de las ventanas. En la primera habitación no había nada más que la cama
hecha, y demás muebles, todos llenos de polvo, lo mismo había en la segunda
habitación pero en la tercera, allí fue donde la vi, en la habitación que
estaba adornada con motivos infantiles, tras las finas cortinas, se dibujaba el
cuerpo espectral de una mujer, de cabellos negros caídos sobre su rostro, que no me dejó
la menor duda que era un fantasma. Salté la cerca esta vez como todo un atleta,
y no paré de correr hasta estar en la comodidad y seguridad de mi casa. Y de la
casa embrujada, todavía hoy en día se cuenta que sale el fantasma de esa
mujer”.
Inmediatamente Brad replicó mis palabras, dejándome atónito por lo que dijo.
-yo te creo plenamente
amigo, por completo, cuando se habla de fantasmas yo soy el primero que salgo a
defender su existencia, por que yo mismo, yo mismo al que ustedes ven aquí
sentado, yo mismo veo fantasmas.
Tras estas palabras de Brad
sonoras carcajadas prorrumpieron de parte de Harry, yo e incluso nuestro
compañero ocasional.
-creo que a este ya se le
subió mucho el whiskey a la cabeza. Dijo nuestro compañero ocasional.
-no me cree señor. Enojado
esbozó Brad.
El desconocido estalló
nuevamente en risas. – como quiere que le crea tremebunda tontería. Dijo.
-No son tonterías. Dijo
Brad. – es la verdad. Veo fantasmas desde pequeño, y a la fecha los sigo viendo.
Siempre los veo, allí en la esquina de la estación del tren, ese hombre vestido
de marino, que espera con una rosa y una carta en las manos, ese hombre que yo
veo y nadie más ve… es un fantasma.
El desconocido trató de
hablar pero Brad interrumpió su intensión diciendo.
-allí en el parque, esa
vieja que alimenta a las aves cerca del lago, esa vieja que yo veo y nadie más
ve… es un fantasma. Ese niño que en el parque grita, “extra, extra, extra,
cinco personas muertes en accidente de tren”, ese niño que yo veo y nadie más
ve… también es un fantasma.
-Pero como quiere que le
creamos semejante desvarío de borracho. Dijo el desconocido.-Si quiere que le
crea, entonces debe haber una forma que nos demuestre que lo que pretende
hacernos creer es cierto.
Brad reflexionó por unos
instantes, y luego dijo.- si hay una manera. Fíjese señor. Dijo entonces
tomando una botella de whiskey vacía.- fíjese, hemos tomado una botella
completa. Y vamos a la mitad de la otra, pero usted señor aun no ha probado
trago, porque aunque quisiera no puede, porque usted mismo quien nosotros vemos
y nadie más ve en este aciago lugar, está muerto, es usted mismo un fantasma.
El desconocido sorprendido
por tan abrupta revelación, borró la sonrisa que le adornaba la cara, para acto
seguido simplemente desaparecer.
No
podría yo explicar lo que sentí en ese momento, creí que todo lo sucedido era
producto de mi embriagada imaginación, pero al día siguiente camino al trabajo,
yo también pude ver a ese marino en la esquina de la estación de tren, que
espera con una rosa y una carta en sus manos, ese hombre que yo veo y que nadie
más ve porque es un fantasma. Pude ver a esa vieja alimentando a las aves cerca
del lago, esa vieja que yo veo y nadie más ve porque es un fantasma, y a ese
niño que en el parque grita “extra, extra, extra, cinco muertos en accidente de
tren” ese niño que yo veo y nadie más ve porque es un fantasmas. Desde ese día
yo mismo puedo ver fantasmas.