La más horrible de las pesadillas
La más horrible de las pesadillas
(Revisada y corregida)
Buenas noches, me presento, mi nombre es
James Connor, aunque todos me conocen por el sobrenombre de “Lázaro”, y la
historia que les voy a contar es tan real como mi vida misma, no haré más largo
este prólogo, y trataré de ser lo más breve posible en mi relato, haciendo un
compendio de los acontecimientos de esos días, acontecimientos que si tuviera
que describir con dos palabras no dudaría en afirmar que fueron una “horrible
pesadilla”
No recuerdo haberme sentido tan cansado en mi vida como ese día. Caída
la noche regresaba a casa después de una larga y agotadora jornada en el
granero, sorgo, arroz, frijoles, sólo eso podía ver, aun traía las botas
teñidas en barro y el olor característico del campo en mi ropa. Encargarse de
las tierras y los negocios de la familia es un trabajo muy difícil, trabajo
arduo pero que finalmente amo, aunque eso no me exime de querer escapar en
ocasiones.
Después de un merecido baño de tina, muy cansado me dispuse a dormir.
Esa noche conciliar el sueño no se me haría nada difícil, impelido por el
agotamiento del trabajo pesado y las noches de insomnio que me habían privado
de noches tranquilas en los días anteriores, en donde sólo pude conciliar el
sueño entrada la madrugada, era fácil presagiar que la comodidad de mi cama me
acobijaría esa noche deliciosamente; Posé mi cabeza sobre el cómodo almohadón
de plumas y no tardé mucho en caer en los brazos de Morfeo.
Haré un paréntesis en este punto, para destacar que a pesar de los
problemas para dormir, mencionados anteriormente, siempre he sido una persona
de dormir pesado, por lo que soñar se hace habitual en mí, cosa de casi todos
los días. Esa noche tuve un sueño que irremediablemente se convirtió en pesadilla.
Soñé entonces que, perdido caminaba por un oscuro, lúgubre y caótico
lugar. Me interné por un laberinto de angostos pasillos, deambulando en busca
de una salida me encontré con la luz al final del túnel. Salí del laberinto
para encontrarme en un frondoso bosques en donde los rayos del sol apenas
podían penetrar tímidamente el tupido follaje de los árboles, la oscuridad
prevalecía, entonces escuché su voz, la dulce, acogedora y delicada voz de la
protagonista habitual de mis sueños, un radiante ángel, cuya presencia era
motivo de mi más frenética y desbordada alegría, la musa idílica de los versos
que solía escribir en las románticas tardes de los domingos, Dora mi gran amiga
y amor secreto.
Su voz me guiaba entre ese entramado de árboles, pero de un momento a
otro, su tierna e inocente voz se trasformó en gritos de terror, gritos que
pedían mi ayuda desesperadamente. Corrí a su rescate, escuché su voz ya muy
cerca, pero cuando la encontré estaba en las garras de una bestia horrible y
pestilente, quien al verme se lanzó abrazado a ella a un abismo de lava
ardiente. Salté tras ella, en un salto suicida para luego despertarme agitado, con
el corazón a punto de salírseme del pecho, aunque lejos de eso no sentía nada
más, no sentía ni temor, ni frio, ni nada más que los angustiados latidos de mi
corazón.
Me levanté con la ligereza de una pluma, cosa no muy habitual en mí,
abrí la puerta de la recamara para sorprenderme con el brillo refulgente del
esplendoroso amanecer. Aquella pesadilla me había tomado toda la noche.
Entonces caminé hacia el jardín, y como un presagio en mis sueños la encontré a
ella, Dora estaba sentada entre las flores, y el rubor de sus mejillas la hacía
parecer la más hermosa de las rosas. Me sorprendió su presencia, pero caminé
hacia ella, temblándome las piernas como de costumbre. Ella también se acercó a
mí hasta estar tan cerca que nos fundimos en un apasionado beso como si
fuéramos una sola alma. El cielo se contagió de la magia de nuestro beso y se
volvió purpura, violeta y luego nuevamente azul, pero dejando escapar a su vez
llamaradas de fuego de donde aquella horrorosa bestia salió volando en una nube
oscura, y arrancó a mi amada de mis brazos, lanzándome al mismo abismo de lava
ardiente de mis sueños.
Cada parte de mi cuerpo me dolía horriblemente, como si tuviera todos
los huesos rotos, un fuerte hedor inundaba el ambiente, combinado con olor a
humedad y encierro. Lentamente abrí los ojos que se llenaron de la luz llameante
de una antorcha colgada a la pared. El dolor, el olor, el sentir, no tarde
mucho en descubrir que lo vivido anteriormente también había sido un sueño, un
falso despertar.
¿Cuánto tiempo había pasado? eso era difícil de determinar, bien parecía
que había pasado más de un año. Me levanté
y caminé aguantando mi debilitado cuerpo a los muros húmedos y helados
de rustica piedra. Salí de la celda, mirando las dos cuevas vecinas de donde
salía aquella detestable pestilencia. En un mesón improvisado yacían varias cestas
con frutas podridas y corrompidas por los gusanos… ¡horrible! ¡Totalmente
horrible! ofrendas funerarias, después de tres días durmiendo, mis criados
habían cometido un grave error, creyéndome muerto me habían enterrado vivo.
Grité desesperado con las únicas fuerzas que me quedaban, contando con
la suerte que la mujer de mis sueños, la protagonista de mi religiosa
adoración, mi eterno amor secreto, Dora, había acudido a la puerta de la cripta
ese día para llevarme flores.
Muchas personas se apersonaron al lugar, y asombrados exclamaban ¡ha
despertado después de 3 días, igual a lázaro!
Así
me gané mi apodo, el cual conservo hasta la fecha, y el ser enterrado vivo se
ha convertido en uno de mis mayores temores, tengo sueño pesado, además no
sería la primera vez, ya lo he vivido y por eso puedo asegurarles que esa
experiencia lejos de lo que se puedan imaginar es “la más horrible de las
pesadillas”.