La más horrible de las pesadillas

martes, 25 de octubre de 2016

La más horrible de las pesadillas


La más horrible de las pesadillas



(Revisada y corregida)

Buenas noches, me presento, mi nombre es James Connor, aunque todos me conocen por el sobrenombre de “Lázaro”, y la historia que les voy a contar es tan real como mi vida misma, no haré más largo este prólogo, y trataré de ser lo más breve posible en mi relato, haciendo un compendio de los acontecimientos de esos días, acontecimientos que si tuviera que describir con dos palabras no dudaría en afirmar que fueron una “horrible pesadilla”

No recuerdo haberme sentido tan cansado en mi vida como ese día. Caída la noche regresaba a casa después de una larga y agotadora jornada en el granero, sorgo, arroz, frijoles, sólo eso podía ver, aun traía las botas teñidas en barro y el olor característico del campo en mi ropa. Encargarse de las tierras y los negocios de la familia es un trabajo muy difícil, trabajo arduo pero que finalmente amo, aunque eso no me exime de querer escapar en ocasiones.

Después de un merecido baño de tina, muy cansado me dispuse a dormir. Esa noche conciliar el sueño no se me haría nada difícil, impelido por el agotamiento del trabajo pesado y las noches de insomnio que me habían privado de noches tranquilas en los días anteriores, en donde sólo pude conciliar el sueño entrada la madrugada, era fácil presagiar que la comodidad de mi cama me acobijaría esa noche deliciosamente; Posé mi cabeza sobre el cómodo almohadón de plumas y no tardé mucho en caer en los brazos de Morfeo.
Haré un paréntesis en este punto, para destacar que a pesar de los problemas para dormir, mencionados anteriormente, siempre he sido una persona de dormir pesado, por lo que soñar se hace habitual en mí, cosa de casi todos los días. Esa noche tuve un sueño que irremediablemente se convirtió en pesadilla.
Soñé entonces que, perdido caminaba por un oscuro, lúgubre y caótico lugar. Me interné por un laberinto de angostos pasillos, deambulando en busca de una salida me encontré con la luz al final del túnel. Salí del laberinto para encontrarme en un frondoso bosques en donde los rayos del sol apenas podían penetrar tímidamente el tupido follaje de los árboles, la oscuridad prevalecía, entonces escuché su voz, la dulce, acogedora y delicada voz de la protagonista habitual de mis sueños, un radiante ángel, cuya presencia era motivo de mi más frenética y desbordada alegría, la musa idílica de los versos que solía escribir en las románticas tardes de los domingos, Dora mi gran amiga y amor secreto.

Su voz me guiaba entre ese entramado de árboles, pero de un momento a otro, su tierna e inocente voz se trasformó en gritos de terror, gritos que pedían mi ayuda desesperadamente. Corrí a su rescate, escuché su voz ya muy cerca, pero cuando la encontré estaba en las garras de una bestia horrible y pestilente, quien al verme se lanzó abrazado a ella a un abismo de lava ardiente. Salté tras ella, en un salto suicida para luego despertarme agitado, con el corazón a punto de salírseme del pecho, aunque lejos de eso no sentía nada más, no sentía ni temor, ni frio, ni nada más que los angustiados latidos de mi corazón.

Me levanté con la ligereza de una pluma, cosa no muy habitual en mí, abrí la puerta de la recamara para sorprenderme con el brillo refulgente del esplendoroso amanecer. Aquella pesadilla me había tomado toda la noche. Entonces caminé hacia el jardín, y como un presagio en mis sueños la encontré a ella, Dora estaba sentada entre las flores, y el rubor de sus mejillas la hacía parecer la más hermosa de las rosas. Me sorprendió su presencia, pero caminé hacia ella, temblándome las piernas como de costumbre. Ella también se acercó a mí hasta estar tan cerca que nos fundimos en un apasionado beso como si fuéramos una sola alma. El cielo se contagió de la magia de nuestro beso y se volvió purpura, violeta y luego nuevamente azul, pero dejando escapar a su vez llamaradas de fuego de donde aquella horrorosa bestia salió volando en una nube oscura, y arrancó a mi amada de mis brazos, lanzándome al mismo abismo de lava ardiente de mis sueños.

Cada parte de mi cuerpo me dolía horriblemente, como si tuviera todos los huesos rotos, un fuerte hedor inundaba el ambiente, combinado con olor a humedad y encierro. Lentamente abrí los ojos que se llenaron de la luz llameante de una antorcha colgada a la pared. El dolor, el olor, el sentir, no tarde mucho en descubrir que lo vivido anteriormente también había sido un sueño, un falso despertar.

¿Cuánto tiempo había pasado? eso era difícil de determinar, bien parecía que había pasado más de un año. Me levanté  y caminé aguantando mi debilitado cuerpo a los muros húmedos y helados de rustica piedra. Salí de la celda, mirando las dos cuevas vecinas de donde salía aquella detestable pestilencia. En un mesón improvisado yacían varias cestas con frutas podridas y corrompidas por los gusanos… ¡horrible! ¡Totalmente horrible! ofrendas funerarias, después de tres días durmiendo, mis criados habían cometido un grave error, creyéndome muerto me habían enterrado vivo.

Grité desesperado con las únicas fuerzas que me quedaban, contando con la suerte que la mujer de mis sueños, la protagonista de mi religiosa adoración, mi eterno amor secreto, Dora, había acudido a la puerta de la cripta ese día para llevarme flores.

Muchas personas se apersonaron al lugar, y asombrados exclamaban ¡ha despertado después de 3 días, igual a lázaro!


Así me gané mi apodo, el cual conservo hasta la fecha, y el ser enterrado vivo se ha convertido en uno de mis mayores temores, tengo sueño pesado, además no sería la primera vez, ya lo he vivido y por eso puedo asegurarles que esa experiencia lejos de lo que se puedan imaginar es “la más horrible de las pesadillas”.