Martes 13

lunes, 12 de diciembre de 2016

Martes 13


Martes 13


El reloj me despertó a la 12 de la madrugada, sabía que ya iniciaba un día especial. Normalmente me levanto a las 5, menos los días realmente especiales, en donde me levanto bien iniciado el día.

Me levanté y miré el reloj digital, quien marcaba como fecha “martes 13”, me sonreí, entendí porque es tan especial este día.

Miré por la ventana y la noche estaba tan negra como un profundo agujero, las calles estaban solitarias y silenciosas y la luna gigante brillaba con un resplandor amarillento en lo más alto del cielo estrellado.

Busqué bajo mi cama, y allí la encontré, mi gran amiga de andanzas, la que me acompaña desde que era muy niño; el hacha leñadora que me regaló mi tío hace ya 25 años.

Ese día habíamos cazado un venado, yo que me crié en una familia de amantes de la caza, me inicié muy chico en el arte de la cinegética, y ese venado fue mi primera presa, mi tío me dijo que para ser mi primera vez lo había hecho excelente, un disparo certero con la escopeta en el cuello, el venado cayó cerca del río mientras sus compañeros salieron corriendo colina arriba. Pero el venado aún estaba vivo, con una mirada miserable casi parecía rogarme que acabara pronto con la tarea, sus ojos parecían llorar de dolor. Mi tío me puso el hacha en las manos, y me dijo “es un obsequio, ahora úsalo, acaba con él”, mis manos inocentes aún no se acostumbraban a la crueldad de la profesión y temblaban. Con diez años aun no entendía esa mirada, esa mirada de aquel venado agonizante, pero mi tío, mi padre y otros amigos, sólo gritaban como dementes “mátalo, mátalo”, y sus palabras me arrancaron de un tajo esa inocencia, tomé el hacha y sin ningún remordimiento le asesté el primer hachazo directo al cuello, y luego otro, y otro más, hasta perder la cuenta. Un placentero sentimiento invadió todo mi cuerpo, esas palabras de aliento, sonando casi con orgullo fueron alimento para ese sentimiento de placer, esas palabras sólo me decían has hecho lo correcto. Cuando acabe le había arrancado la cabeza al venado y tenía todo el cuerpo cubierto de sangre, mi tío me tomó por la mano y dándome palmadas en la espalda me dijo, “gran trabajo hijo, gran trabajo”.

Todavía no entendía esa mirada del venado antes de darle el primer hachazo, sólo la comprendí cuando fue el turno de mi tío, su mirada cuando me vio con el hacha fue la misma mirada del venado, entonces la entendí, esa mirada era puro terror, y me gustó.

Caminé por las calles solitarias, mi fiel amiga me acompañaba, el hacha que desde ese día nunca más me abandonó, ella que juro siempre estar a mi lado. Parado frente al edificio me imaginé esa mirada nuevamente, y eso me gusta, mis manos tiemblan aun cuando cargo a mi gran amiga en mis manos, pero tiemblan de impaciencia.

Subí las escaleras, con mucho cuidado, era de noche y no quería despertar a nadie. Entré en esa habitación, y luego el silencio de la noche fue interrumpido por alaridos de dolor provenientes de una joven mujer, los vecinos se levantaron, creo que al final si perturbé su sueño, perdónenme pero esa no era mi intensión. Salí por la ventana, y creo que nadie me vio, eso creo porque hasta los momentos nadie ha venido a reclamarme nada, igual que en otras ocasiones.

Me imagino que todos los chismosos, lo último que vieron fueron paredes llenas de sangre y un cuerpo irreconocible, totalmente destrozado a hachazos, así lo describen en la televisión.

Ahora veo la noticia  y no puedo evitar sentir un gran alivio, al fin y al cabo hoy es “martes 13