Martes 13
Martes 13
El reloj me
despertó a la 12 de la madrugada, sabía que ya iniciaba un día especial.
Normalmente me levanto a las 5, menos los días realmente especiales, en donde
me levanto bien iniciado el día.
Me levanté y
miré el reloj digital, quien marcaba como fecha “martes 13”, me sonreí, entendí
porque es tan especial este día.
Miré por la
ventana y la noche estaba tan negra como un profundo agujero, las calles
estaban solitarias y silenciosas y la luna gigante brillaba con un resplandor
amarillento en lo más alto del cielo estrellado.
Busqué bajo mi
cama, y allí la encontré, mi gran amiga de andanzas, la que me acompaña desde
que era muy niño; el hacha leñadora que me regaló mi tío hace ya 25 años.
Ese día habíamos
cazado un venado, yo que me crié en una familia de amantes de la caza, me
inicié muy chico en el arte de la cinegética, y ese venado fue mi primera
presa, mi tío me dijo que para ser mi primera vez lo había hecho excelente, un
disparo certero con la escopeta en el cuello, el venado cayó cerca del río
mientras sus compañeros salieron corriendo colina arriba. Pero el venado aún
estaba vivo, con una mirada miserable casi parecía rogarme que acabara pronto
con la tarea, sus ojos parecían llorar de dolor. Mi tío me puso el hacha en las
manos, y me dijo “es un obsequio, ahora úsalo, acaba con él”, mis manos
inocentes aún no se acostumbraban a la crueldad de la profesión y temblaban. Con
diez años aun no entendía esa mirada, esa mirada de aquel venado agonizante,
pero mi tío, mi padre y otros amigos, sólo gritaban como dementes “mátalo, mátalo”,
y sus palabras me arrancaron de un tajo esa inocencia, tomé el hacha y sin ningún
remordimiento le asesté el primer hachazo directo al cuello, y luego otro, y otro
más, hasta perder la cuenta. Un placentero sentimiento invadió todo mi cuerpo,
esas palabras de aliento, sonando casi con orgullo fueron alimento para ese
sentimiento de placer, esas palabras sólo me decían has hecho lo correcto. Cuando
acabe le había arrancado la cabeza al venado y tenía todo el cuerpo cubierto de
sangre, mi tío me tomó por la mano y dándome palmadas en la espalda me dijo, “gran
trabajo hijo, gran trabajo”.
Todavía no entendía
esa mirada del venado antes de darle el primer hachazo, sólo la comprendí
cuando fue el turno de mi tío, su mirada cuando me vio con el hacha fue la
misma mirada del venado, entonces la entendí, esa mirada era puro terror, y me
gustó.
Caminé por las
calles solitarias, mi fiel amiga me acompañaba, el hacha que desde ese día
nunca más me abandonó, ella que juro siempre estar a mi lado. Parado frente al
edificio me imaginé esa mirada nuevamente, y eso me gusta, mis manos tiemblan
aun cuando cargo a mi gran amiga en mis manos, pero tiemblan de impaciencia.
Subí las
escaleras, con mucho cuidado, era de noche y no quería despertar a nadie. Entré
en esa habitación, y luego el silencio de la noche fue interrumpido por
alaridos de dolor provenientes de una joven mujer, los vecinos se levantaron,
creo que al final si perturbé su sueño, perdónenme pero esa no era mi intensión.
Salí por la ventana, y creo que nadie me vio, eso creo porque hasta los
momentos nadie ha venido a reclamarme nada, igual que en otras ocasiones.
Me imagino que
todos los chismosos, lo último que vieron fueron paredes llenas de sangre y un
cuerpo irreconocible, totalmente destrozado a hachazos, así lo describen en la televisión.
Ahora veo la noticia
y no puedo evitar sentir un gran alivio,
al fin y al cabo hoy es “martes 13”